En la clase de Historia de tercero de secundaria, se analizará el tema: “Efectos de la guerra de Independencia”, con el cual se explican las dificultades de México para constituirse como nación independiente.
Realiza anotaciones y para eso necesitarás lápiz o bolígrafo, cuaderno y tu libro de texto para profundizar y ampliar sus conocimientos acerca del tema.
Para introducirte en el tema lee el siguiente texto titulado: “México después de su Independencia”, escrito por Miguel Lerdo de Tejada, en la década de los cincuenta del siglo XIX.
De los seis millones y pico de habitantes que, según el último censo, contenía el territorio de la Nueva España al hacerse independiente, muy cerca de cuatro millones pertenecían a la raza indígena pura, uno a la europea, y poco más de otro millón se componía de la mezcla de ambas razas.
Los indígenas vivían entregados a los trabajos del campo y a algunas artes toscas, sin tener con las otras razas más relaciones que aquellas que les imponía el estado de verdadera servidumbre a que estaban sujetos.
De la parte mixta de la población había algunos individuos ocupados en las labores de la agricultura, en la minería, en las artes y el comercio, así como en el ejército y en el servicio eclesiástico.
Los individuos de la raza europea, y aun algunos de la mixta que estaban unidos a ellos por lazos de familia, eran los que formaban la clase suprema de la sociedad de México […].
Este conjunto de tan heterogénea población [estaba] educada bajo el doble yugo de la superstición […].
Por lo menos, cuatro quintos de los habitantes del suelo mexicano ignoraban que existiera en el mundo una cosa que se llamaba abecedario, y el resto no había recibido otra instrucción que la primaria, la cual estaba reducida entonces a leer, escribir y contar medianamente, y aprender de memoria el catecismo del Padre Ripalda, en el que se inculcaba la idea de una obediencia ciega a la autoridad del rey y del Papa.
Respecto del bienestar material, la desigualdad de fortunas era verdaderamente escandalosa.
En la sociedad de México puede decirse que no había entonces más que dos clases, una muy rica y otra muy pobre, pues en medio de la decadencia de las artes, y por la falta absoluta de empresas agrícolas, industriales y mercantiles, lo que podía llamarse clase media, se componía únicamente de los comerciantes, de uno que otro artesano, de los abogados y médicos de escasa fortuna, y de los empleados subalternos en todas las diversas órdenes del Estado.
La producción de la riqueza agrícola estaba fuertemente gravada con los diezmos y primicias que recaudaba la iglesia, la que también cobraba al pueblo diversas contribuciones por todos los actos más importantes de la vida del cristiano, desde su nacimiento hasta su muerte […]. Por último, debe agregarse que toda la población de México, incluso el ejército, estaba sometida a un clero […].
Tal era el estado social de la colonia de la Nueva España al emanciparse de su metrópoli […].
Acabas de leer algunos puntos sobre el análisis de la sociedad mexicana al finalizar la guerra de Independencia, realizado por un destacado político liberal de la segunda mitad del siglo XIX. Si bien menciona algunos términos que ya no se utilizan en el presente, por ejemplo, el de raza; de forma general, Lerdo de Tejada expone de manera muy ilustrativa las grandes diferencias sociales y el escenario económico en México durante sus primeros años de vida independiente, los dos ejes de esta sesión.
¿Cómo crees que se vio afectada la economía y la sociedad en México después de once largos años de lucha independentista?
¿De qué manera ocurrió la movilidad social en una nación que se encontraba en plena formación política, económica, social y cultural?
¿Qué hacemos?
Cuando México logró emanciparse de España en 1821, además del consenso al que tuvieron que llegar los grupos de poder para reorganizarse políticamente, se debieron tratar con urgencia diversas cuestiones en lo económico, social y en las relaciones diplomáticas con otros países; por sólo referirse a algunos rubros de la vida y marcha de un país.
El recuento de los daños tras una guerra que duró poco más de una década, si bien con diferencias en su magnitud entre las regiones en las que se desarrolló, el estado general era verdaderamente grave.
La hacienda pública se encontraba en bancarrota; el comercio sufría graves afectaciones derivadas en gran medida de la destrucción de caminos y rutas comerciales que ocasionaron las distintas batallas y enfrentamientos armados.
Asimismo, la producción de bienes de consumo se vio trastocada en esos años convulsos; por lo que era lógico que al iniciar México su vida independiente, la mayoría de la población de este extenso territorio, tuviera dificultades para acceder, incluso, a los productos básicos para cubrir las necesidades del diario acontecer.
La clase dirigente se vio obligada a recurrir a los préstamos con naciones extranjeras. Esto ocasionó que, con el paso del tiempo, México se convirtiera en un país endeudado y con poca posibilidad de maniobra económica en sus relaciones diplomáticas.
La conformación social que existía en los primeros años de la vida independiente de México era una herencia del pasado virreinal, pues los hombres que gobernaban y administraban el país, por lo general, pertenecían a un nivel económico alto y/o estable, con todo lo que ello implica; mientras que los mestizos e indígenas, que conformaban al grueso de la población, cuyas ocupaciones se concentraban en el campo, vivían con profundas carencias y enfrentaban enormes dificultades para sortear su cotidianeidad.
El crecimiento poblacional sucedió de modo lento. La distribución fue desigual por factores como el de la lejanía o cercanía que existía con la Ciudad de México o con las ciudades que habían tomado importancia desde el Virreinato, tales como Puebla, Guadalajara y Veracruz.
Algunas regiones del norte también experimentaron cierto aumento en su población; mientras que el Pacífico norte y el Golfo de México mantuvieron pocos habitantes.
Para conocer más sobre la vida de la población en el siglo XIX observa el siguiente video del minuto 01:02 al 02:21; del 05:29 al 08:54 y del 10:21 al 12:05.
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De la consumación de la Independencia al inicio de la Revolución mexicana (1821-1911)
Durante los primeros años de vida del México independiente la quiebra en la hacienda pública provocó, entre otras cosas, la imposibilidad de cubrir los gastos del ejército y de los empleados del gobierno.
Como se menciona, en las primeras administraciones de México, la elite gobernante recurrió a préstamos con naciones extranjeras como Gran Bretaña, España, Francia y Estados Unidos de América que, más que representar una solución, se tradujeron en deudas insostenibles que posteriormente provocaron, entre otras cosas, la intervención armada de potencias europeas.
Algunos centros productivos, como las haciendas y minas, quedaron en el abandono porque sus propietarios, por lo general peninsulares, huyeron de la guerra de Independencia y regresaron a sus lugares de origen.
Por tanto, las actividades minera y agrícola quedaron fracturadas; y no era para menos, pues como advierte el historiador Jaime Rodríguez: “las minas de plata servían como motores del crecimiento económico, fomentando la expansión de la agricultura, el comercio y la industria”. Además, con la ausencia de ese grupo de propietarios, se había dado una pérdida de capital, el dinero se había sacado del territorio, lo cual se resintió desde 1810 y cuando concluyó la guerra en 1821 el panorama no había cambiado, al contrario, se había acentuado.
El desempleo y escasez de trabajo eran una constante debido a los factores anteriores, así como por la destrucción de los obrajes en la lucha independentista y los obstáculos para conseguir materia prima para echarlos a andar y distribuir las mercancías.
El gobierno mexicano impuso tarifas arancelarias y financió la modernización de la industria textil, no obstante, este sector no pudo sobreponerse a la crisis en que estaba hundida debido, otra vez, a la escasez de capital.
Entre 1810 y 1821 los pequeños propietarios sufrieron el despojo de sus tierras. De poder producir sus propios cultivos y ponerlos a la venta, pasaron a una producción exclusivamente de autoconsumo. También se dejaron de ocupar grandes extensiones de tierra para los cultivos que en otros tiempos habían sido redituables. Los principales productos de exportación continuaron siendo como en la etapa virreinal, los metales preciosos, especialmente la plata.
La destrucción o afectación de rutas comerciales y, en general de diversos caminos, provocó diferentes problemáticas, no sólo de tipo económico sino también social. Los asaltantes de caminos y el incremento de los actos delictivos de mano de bandidos o forajidos ocasionaron una situación de inseguridad. En suma, transitar de un punto a otro era muy difícil y peligroso.
Con los elementos que se han trazado se puede afirmar que, en efecto, fue un reto sostener la economía en México y reestablecer un orden social después de la ruptura con la política virreinal que había durado casi trescientos años.
En el aspecto social, como que ya se mencionó en el texto que leíste al inicio de esta sesión, de la autoría de Miguel Lerdo de Tejada.
La configuración social en los primeros años del México independiente se perfiló por una aguda desigualdad entre los distintos grupos, grosso modo: españoles y criollos, mestizos e indígenas.
Alrededor de cuarenta por ciento de la población era mestiza, otro tanto se integraba por comunidades indígenas, casi 20 por ciento eran criollos, había una minoría de europeos y otra de afroamericanos descendientes de esclavos.
Los contrastes entre riqueza y pobreza, entre hacendados y peones, entre aristócratas, clases medias y leperos eran evidentes. El clero secular y regular, el ejército, las milicias cívicas, los comerciantes, los terratenientes, los grupos financieros y los miembros de la clase política dominaban al resto de la sociedad.
El territorio nacional, en 1821, abarcaba más de 4 500 000 kilómetros cuadrados, extendiéndose en el norte hasta California, Nuevo México y Texas, y, hacia el sur, se prolongaba hasta Centroamérica. En el transcurso de las siguientes tres décadas, el país quedó reducido a menos de la mitad de su extensión original, con motivo de la separación de América Central y Texas, la guerra de 1847 y la venta de la Mesilla en 1853.
La población estaba distribuida de forma desigual, con una mayor concentración en el centro y sur del país y zonas relativamente despobladas en las provincias del norte y en los litorales, exceptuando los puertos marítimos o el cruce de caminos.
Esa dinámica se explica por las características geográficas y por el desarrollo cultural que fue adquiriendo y distinguiendo a una región de otra, tanto antes como después de la llegada de los europeos a este vasto territorio.
En los primeros años del México independiente, el aumento poblacional sucedió de manera paulatina. En 1820 había 6 204 millones de habitantes, mientras que, en 1827, la cifra había aumentado a 8 millones.
El desplazamiento de la población se dirigió hacia las ciudades. La más solicitada fue la Ciudad de México, así como Puebla, Guadalajara y Veracruz, que desde antes de la Independencia se habían configurado como centros de población de relevancia. Sin embargo, hay que destacar que, durante buena parte del siglo XIX, la mayoría de la población en el país era rural.
Al igual que en el Virreinato, durante el México independiente la Iglesia católica aún ejercía un control de primer orden sobre las conciencias, la filosofía, el arte, la economía, la vida cotidiana y el poder político.
En suma, la manera en que se fue desarrollando la vida económica, social y cultural del México independiente fue decisiva para que, en la segunda mitad del siglo XIX, los liberales cuestionaran tanto el orden de cosas general como la preponderancia religiosa y, más aun, visualizarán y concretarán la posibilidad de transformar su entorno en una sociedad moderna y liberal, tal como se estaba dando en otras naciones.
Como te puedes dar cuenta, fueron muchos los desafíos que enfrentaron los mexicanos cuando se volvieron libres.
No sólo tuvieron que decidir el tipo de gobierno que mejor podría orientar los caminos de una nueva nación, sino que tuvieron que enfrentar la crisis económica que en gran medida había sido una de las secuelas del enfrentamiento entre insurgentes y realistas; pensar en el tránsito de una sociedad tradicional a una que también estuviera acorde a los aires de libertad e independencia alcanzados en 1821.
Asimismo, fue bastante difícil tratar de gobernar un nuevo país territorialmente tan extenso y diverso.
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