EL 13 de agosto de 1914 encima de una salpicadera de un automóvil, se firmaron los Tratados de Teoloyucan, el cual estipulaba la entrega de la Ciudad de México al ejército revolucionario y la disolución del ejército federal.
Con estas rubricas en los documentos, se cumplían los objetivos de la revolución constitucionalista, plasmados en el Plan de Guadalupe.
Ese plan, promulgado el 26 marzo de 1913, llamaba a la rebelión contra el gobierno de Victoriano Huerta, quien había obtenido la presidencia mediante un golpe militar y el asesinato del presidente legítimo, Francisco I. Madero.
Los rebeldes fueron destruyendo la resistencia del ejército federal, hasta que Victoriano Huerta renunció a la presidencia y abandonó el país.
Fueron los generales Álvaro Obregón y Lucio Blanco, por comisión de Venustiano Carranza, primer jefe de la revolución, quienes presentaron a Iturbide y al general José Refugio Velasco las condiciones para la entrega pacífica de la capital.