Introducido a México durante el imperio de Maximiliano de Habsburgo, el carnaval de Chimalhuacán se mantiene como la festividad de este tipo de mayor duración del mundo.
Y es que, durante casi tres meses, las calles de esta localidad, ubicada al oriente del Valle de México, se llenan de música y un ambiente de fiesta que disfrutan todos los integrantes de la familia.
De acuerdo con el cronista municipal, Darío Álvarez Jiménez, algunos aspectos de este carnaval fueron extraídos de las fiestas que durante la invasión francesa celebraban Maximiliano de Habsburgo y su esposa Carlota en el Castillo de Chapultepec y Palacio Nacional.
Refiere que no se sabe con exactitud cómo llegó el carnaval a Chimalhuacán, sin embargo, las versiones más cercanas lo atribuyen a Isabel Carbonell, una joven de origen europeo que vivía en una colonia del municipio, así como a una mujer que se desempeñaba como trabajadora doméstica en casa de amigos del emperador.
Álvarez Jiménez relata que entre 1900 y 1902 se constituyeron los primeros grupos formales (en comparsas) con atuendos más uniformes y lujosos, pero desde años atrás el baile ya era practicado por hombres, quienes salían a las calles ataviados con vestimenta de mujer.
Aunque este baile se originó en el municipio de Chimalhuacán, con el paso del tiempo se ha replicado otras alcaldías de la entidad como San Salvador Atenco, Texcoco, La Paz, Chicoloapan, así como en las delegaciones Xochimilco, Tláhuac, Iztacalco e Iztapalapa.
Álvarez Jiménez resalta que este carnaval integra a todas las familias cuando se realiza en arterias de la alcaldía, pero también a lo largo del año, ya que para que un charro pueda cubrir los pagos que implican participar en esta fiesta, él y toda su familia ahorran durante doce meses.
Y es que no es cualquier gasto, para que un hombre baile en el carnaval desembolsa en promedio 70 mil pesos; la inversión comprende la compra o renta del traje, la cooperación que otorga a la comparsa, la máscara, los zapatos y la tradición manda que también debe cubrir los gastos de su pareja (charra).
Sin embargo, los habitantes de este municipio no escatiman para la celebración, ya que dicen llevarlo en la sangre y es por ello que se va transmitiendo de una generación a otra. Incluso, hay cuadrillas en las que danzan el abuelo, el papá, el hijo y el nieto, acompañados por toda la familia y grupos de amigos.
El cronista Álvarez Jiménez señala que por costumbre en el carnaval sólo pueden participar las mujeres solteras del municipio, mientras que para los hombres su estado civil no es impedimento.
En el carnaval de Chimalhuacán que inició el pasado mes de febrero y concluirá en abril próximo, participan más de 100 comparsas, integradas por alrededor de 26 parejas, quienes van bailando al ritmo de la música de orquesta por calles, plazas y colonias.
En este recorrido, las charras van luciendo elegantes faldas bordadas con lentejuelas y que lucen espectaculares al momento de bailar cadenciosamente acompañadas de su pareja.
Rostros europeos desfilan por las calles de Chimalhuacán
Ojos azules, cejas bien delineadas, barba arreglada y mejillas rosadas dan forma a la tradicional mascara de cera que forma parte del atuendo de los carnavaleros de este municipio del Estado de México.
De acuerdo con los pobladores, los rasgos de este accesorio que usan los danzantes se hicieron como una forma de manifestación contra el imperio de Maximiliano y todos los europeos que vinieron a México.
Sin embargo, este tipo de máscaras no se usó desde un principio, pues para salir a las calles inicialmente los varones utilizaron aquellas fabricadas de manera más sencillas con madera y cartón.
Fue poco antes de 1926 cuando el señor Erasmo Valverde, originario de la cabecera municipal, empezó a crear esta artesanía que tiene una alta demanda en la actualidad, no solo por propios habitantes sino por aquellos que viene de alcaldías vecinas o delegaciones de la capital mexicana.
Los herederos de esta tradición siguen dando forma a cientos de máscaras durante todo el año, ya que aunque el Carnaval se celebra a principios de año, siempre mantienen activo el taller para tener listos los productos de la siguiente temporada.
Adalberto Valverde, integrante de la cuarta generación de mascareros, resalta la importancia de conservar esta actividad por muchos años más. Hoy en día, él y su hermano comparten a sus hijos varones el secreto para crear estas verdaderas obras de arte que ya viajan por el mundo.
Y es que no cualquier persona tiene acceso a este conocimiento, es una actividad que únicamente se va pasando a los hombres de la familia Valverde. Cuando se encuentran laborando en su taller, ni sus esposas o hermanas pueden ingresar.
Adalberto relata que continúan con esta actividad porque fue su padre quien antes de morir le encomendó “no dejar a los charros sin sus mascara”, y es por ello que también ofrecen precios accesibles para que todos los bailarines tengan la original careta.
Las manos de los hombres Valverde, quienes utilizan cera para dar forma al rostro y pelo de caballo para hacer la barba, van creando con mucha paciencia las máscaras que tienen un costo de entre mil 650 y mil 750.